Cuando el miedo es el mejor cómplice de los estafadores
Ah, la modernidad. Antes los secuestradores al menos se molestaban en aparecer en persona con pasamontañas y armas de juguete compradas en el mercado negro. Hoy, con una simple llamada y una pizca de terror psicológico, logran lo mismo: vaciarle los bolsillos a familias enteras sin siquiera levantarse del sofá. ¿No es maravilloso el progreso?
Imagina la escena: estás en clase, repasando cómo sobrevivirás al próximo examen de matemáticas, cuando de repente suena tu teléfono. “Salte de la escuela, no cuelgues; somos del cártel…”. ¡Vaya manera de arruinarte el día! Lo que sigue es un guion tan predecible como un capítulo de telenovela: te hacen correr como pollo sin cabeza, evitar llamadas (incluyendo las de tu madre, que solo quiere saber si llegaste bien), y hasta tomarte fotos como si fueras un influencer de secuestros. Mientras, a tu familia le exigen dinero para tu “liberación”. Todo esto, por supuesto, sin que ningún delincuente se moleste en aparecer en persona. ¡Qué eficiencia!
El arte de asustar (y vaciar cuentas bancarias)
Según Francisco Reyes, Comisario de Inteligencia (sí, ese puesto existe), los criminales son unos verdaderos investigadores de redes sociales. Nada como stalkear perfiles públicos para recolectar datos personales y usarlos en su próxima obra maestra de extorsión telefónica. “Hemos visto un aumento en estos casos”, dice Reyes, con la misma cara de preocupación que pondrías al ver que subió el precio del aguacate.
Y aquí está lo más irónico: nunca hubo un secuestro real. Solo un montón de mentiras, presión emocional y familiares desesperados que pagan por miedo. ¿El resultado? Pérdidas económicas y un trauma que ni el mejor terapeuta podría borrar con un meme gracioso.
Las cifras, como siempre, son para llorar (o reír, si tienes un humor muy oscuro): Guadalajara reportó 16 casos este año, Tonalá 7, Tlajomulco 21… Vamos, hasta parece una competencia de quién tiene más víctimas de secuestro virtual. ¿Premio? Un viaje gratis a la cárcel (si los agarran, claro).
¿Cómo evitar ser el próximo protagonista de este melodrama?
Las autoridades, en un intento por parecer útiles, recomiendan lo obvio: no contestes llamadas de números desconocidos (a menos que esperes ganar un sorteo que nunca participaste). Si ya caíste en la trampa, corta de inmediato y verifica con tu familia. Y, por supuesto, denuncia. Porque, seamos honestos, ¿qué mejor manera de frustrar a un delincuente que hacerlo perder su tiempo?
También hay números especiales para reportar estos casos, como el 333-452-5983 en Tlajomulco o el 332-319-9451 en Tonalá. Porque nada dice “seguridad ciudadana” como tener que memorizar una lista de teléfonos distintos para cada municipio.
Moraleja del día: si vas a ser víctima de un delito, al menos que sea uno con un poco más de esfuerzo. Mientras tanto, protege tus datos, revisa tu configuración de privacidad y, sobre todo, no creas todo lo que te dicen por teléfono. A menos que sea tu abuela recordándote que comas bien. Esa llamada, esa sí es real.
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